Se colocó el sol
Inicia un nuevo semestre en la Universidad y con él la relación educador - educando en la cual los docentes tenemos la obligación ética de mantener vivas las expresiones ancestrales de este pedazo de tierra, pero también la de hacer y enseñar a usar de la manera más adecuada nuestro castellano.
Eso me trae a la memoria las discusiones con estudiantes - y con algunos educadores - sobre el uso adecuado de los verbos colocar y poner, las cuales zanjan los estudiantes a favor de colocar, con la manida frase, sin sentido, de que solo ponen las gallinas. ¿El resultado? Es corriente oir en el medio universitario frases como: "Por qué me colocó esa nota tan baja", "Yo me colooqué bien brava", "Niña, colóquese alla", "Esa pinta que te has colocado esta rebacana".
Con el siguiente artículo, gracioso pero contundente, de Luz Angela Castaño pretendo insistir en que todavía estamos a tiempo de rescatar el verbo poner, antes de que la falta de orientación termine por ponernos en deuda con el idioma (¿O debo decir colocarnos?).
El sol no se pone ya.
Luz Ángela Castaño resalta los horrores del idioma.
¿Por qué pedimos en los restaurantes que nos regalen una hamburguesa?, ¿quién dijo que uno coloca un almacén?
Nunca se supo cómo, dónde o cuándo, pero un buen día un agudo maestro en alguna parte de nuestro país decidió corregir a los niños cuando utilizaban el verbo 'poner', con el argumento de que "las únicas que ponen son las gallinas". Los pequeños le creyeron y gradualmente incorporaron este hábito lingüístico a su vocabulario. Esos niños crecieron, aprendieron otra connotación de este verbo y ahí comenzó la crítica de unos y el autocontrol de otros que ha hecho que, hoy, a la gente le suene mal usar el verbo 'poner'. Muchos de esos niños hoy son maestros que, en forma mecánica y con poca reflexión corrigen el uso de este verbo, y seguro que unos siguen creyendo y otros, enseñando que las únicas que ponen son las gallinas.
Nunca se supo cómo, dónde o cuándo, pero un buen día un agudo maestro en alguna parte de nuestro país decidió corregir a los niños cuando utilizaban el verbo 'poner', con el argumento de que "las únicas que ponen son las gallinas". Los pequeños le creyeron y gradualmente incorporaron este hábito lingüístico a su vocabulario. Esos niños crecieron, aprendieron otra connotación de este verbo y ahí comenzó la crítica de unos y el autocontrol de otros que ha hecho que, hoy, a la gente le suene mal usar el verbo 'poner'. Muchos de esos niños hoy son maestros que, en forma mecánica y con poca reflexión corrigen el uso de este verbo, y seguro que unos siguen creyendo y otros, enseñando que las únicas que ponen son las gallinas.
¿Cómo vamos a recuperar el verbo poner, con toda su riqueza expresiva? Pienso que los maestros están en deuda con nosotros. Ellos deben recordar que sus estudiantes los imitan y que en el aula y frente a las nuevas generaciones deben ser ejemplo de precisión en el lenguaje. Tendríamos que exigirles que, en sus clases y en el trato con sus alumnos, reparen el daño que uno de sus antecesores causó hace años, de manera que comencemos a romper este hábito. Y los adultos debemos dejar de colocar tanto para comenzar a poner: si les preocupa pronunciar el verbo 'poner', hay alternativas que se pueden emplear según el contexto, como agregar, ubicar, asignar, ofrecer, escribir, fundar, presentar.
Fotos: Universidad Mariana, Puesta de sol en Chachagüí y Mercado de Anganoy
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