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La media luna cafetera de Nariño

    Los campesinos se contentan con saber que producen el mejor café, aunque consumen el peor”[1].

Los municipios estudiados, El Tambo, Taminango, San Lorenzo, San Pedro de Cartago, La Unión, Berruecos y San Pablo, hacen parte de la media luna cafetera, de origen volcánico, que inicia en las faldas del volcán Cumbal, pasa por las del Galeras  y cierra con una curva en las faldas del volcán Doña Juana en el norte.

El café a juicio de esta comunidad, es el producto más estratégico para la subregión, por el área cultivada, empleo generado, ingresos producidos, valor integrado, por su potencial para la organización de actividades complementarias de transformación industrial y transporte, y recientemente por valor agregado y por las nuevas condiciones nacionales e internacionales del mercado.

La Federación Nacional de Cafeteros de Colombia[2] sostiene que menos del 10% de la millonaria renta que genera la industria mundial del café termina en manos de los productores (un panorama triste que lleva ya los mismos 80 años que tiene la Federación).

Asegura que de los 85.000 millones de dólares que mueve al año el café, no alcanza a llegar ni 6.000 millones a los 25 millones de personas que en el mundo viven del café; una libra de café verde vale US$1.20 en puerto, y servida en tinto en el extranjero la cadena genera  US$98. Una verdadera canonjía para la Federación como única exportadora (durante muchos años un cuasiestado) y para los tostadores internacionales[3]. La riqueza pues, que se registra en los países consumidores de café, contrasta con la pobreza de quienes lo producen.

El mercado internacional del café, hasta 1989 regulado por cuotas, sufrió una transformación importante. Al caer la regulación, el mundo se inundó de café y los precios se fueron al suelo y no fue sino hasta 1994 que reaccionó gracias a la pérdida de la cosecha brasileña, debida a accidentes climáticos.

Pero en el interludio de los cinco años de bonanza, el Brasil renovó cafetales y Vietnam entró con fuerza al mercado de café. De esto resultó una nueva crisis en los precios que duró desde el año 2000 hasta el 2005. Esto produjo el descenso de la producción del Brasil que bajó de 55 millones de sacos de 55 kilos a 35 millones, según el Director de la Organización Mundial del Café, Nestor Osorio Londoño[4].

Esta situación produjo el deterioro de los ingresos de los caficultores del mundo, quienes a juicio de la OIC ya citada, bajaron de 10 billones de dólares a 5.5 billones aproximadamente. Pero mientras el café verde sufría este viacrucis, el precio del café, a partir de su fase de transformación industrial, se incrementó sustancialmente, lo que agudizó la brecha entre productores y tostadoras, desequilibrando aún más toda la cadena de valor. En Colombia, el esquema básico que mantuvo este mal negocio era: cultivar y exportar café verde.

No obstante este panorama que casi llega a los 100 años, se puede cambiar, gracias tanto, al cambio en el gusto de los consumidores del mundo, que premia hoy en día los atributos físicos y culturales (sabor, aroma, apariencia, origen geográfico, exigentes estándares ambientales y sociales) que hay alrededor de una buena taza, como al crecimiento del consumo de café, especialmente en Brasil. India, China, Centro de Europa y Rusia y ¡paradójicamente! en los mismos países productores[5], porque si en alguna parte del mundo no ha existido la cultura del consumo de café, es en Colombia y en Nariño ni se diga, como lo expresó un productor de café de La Unión “Los campesinos producen el mejor café, aunque consumen el peor,  los campesinos se contentan con saberlo”.

Miguel Córdoba, periodista del Diario del Sur, referenciado por La República, sostiene que “El mejor café especial del mundo se está produciendo cerca del volcán Galeras en Nariño, gracias a factores como sus suelos de origen volcánico y a condiciones climáticas excepcionales derivadas de su proximidad a la línea ecuatorial”[6]. Se refiere a los cafeteros de La Finca, en el Corregimiento de Santa Bárbara de Sandoná, que ganaron en 2005 el concurso la Taza de Excelencia. Este producto nariñense se paga a US$ 7 la taza de café en el exterior.

De manera similar el Norte de Nariño, constituido por los municipios cafeteros de El Tambo, San Pedro de Cartago, La Unión, San Pablo, San Lorenzo, Berruecos y Taminango, realiza ingentes esfuerzos con el acompañamiento de la Corporación Minga de Sueños, la Fundación Social y la federación de Cafeteros, para aprovechar las nuevas condiciones del mercado internacional del café, alineando los procesos productivos de fincas cafeteras hacia cafés de calidad.

El esfuerzo se ha centrado inicialmente en la conformación de la Red de productores de café de calidad y en la incorporación entre los cultivadores de la cultura del taceo, amén de acciones de capacitación y comercialización.

El consumo de café en el mundo, según Osorio, ronda los 120 millones de sacos, unos 6.600.000.000 de kilos, 50 millones más que en 1990 y mantiene un crecimiento del 1.7% anual, lo que permite pensar que de mantenerse este ritmo el consumo podría llegar a 130 millones de sacos en cinco años y en diez años a 140 millones de sacos de 55 kilos.

Las exportaciones colombianas de cafés especiales del Fondo Nacional del café superaron los 700.000 sacos en 2006 y más de 1.56 millones de sacos tuvieron algún valor agregado. El café en Colombia tiene un profundo significado social y cultural además de ser el segundo renglón de las exportaciones totales.

La Federación de Cafeteros sostiene además, que habrá estabilidad en el mercado mundial del grano hasta el 2012, lo que permite consolidar cambios en este cultivo y su respectiva industria.

Es en el valor agregado, factor de competencia, donde el café y los caficultores colombianos pueden encontrar ahora su oportunidad. Por esta razón la Federación acompaña al caficultor, desde hace muy poco tiempo, en entregar mayor valor al productor, con el fin de obtener, de manera competitiva, una porción mayor de la torta de riqueza que produce el café a favor de los productores.

Es importante para los caficultores, manejar el concepto de “café de alta calidad”, calidad intrínseca y calidad simbólica, sobre el cual reposan las posibilidades de un mayor consumo, concepto que incluye manejo de tecnología de punta, desarrollo de estrategias de mercado para cafés especiales con denominaciones de origen y cadenas de distribución, además de los conceptos de producción más limpia, sostenibilidad, y en general buenas prácticas agrícolas. Este conjunto de conceptos y prácticas genera mejores condiciones de vida al productor.

Osorio sostiene también que la producción de café en el mundo, para 2007 es deficitaria en unos diez millones de sacos, por lo que se prevé temporalmente cierta firmeza en los precios.

Este panorama prometedor se topa sin embargo con la revaluación del peso, el envejecimiento de las plantas de café del país, el encarecimiento de los insumos y la escasez de mano de obra para la recolección estos asuntos hacen que, aunque se venda más se reciba menos por cuenta de la revaluación, los precios altos de insumos y de cosecha y descienda la productividad de las matas habida cuenta de su envejecimiento. Las cuentas de la Federación hacen referencia a la necesidad de renovar, en los próximos cinco años, por lo menos 300.000 hectáreas de cultivos, so pena de salir del mercado, con el consecuente problema social de expulsión del sector, de familias tradicionalmente cafeteras por baja productividad. Igualmente para 2008 la situación puede cambiar porque es el año de la cosecha brasileña.

FEDECAFE afirma que la mitad de los cafetales colombianos tiene un promedio de 22 años, siendo la edad óptima entre 5 y 10 años. Una planta con más de 10 años produce solamente la 10 parte de lo que produciría en edad óptima. En los próximos cinco años el país deberá renovar 60.000 hectáreas anualmente.

La Federación de Cafeteros por otra parte, aplica en Colombia, una política de desarrollo de mercado al interior del país mismo, como una alternativa para incrementar el consumo a través de las Tiendas Juan Valdez y otra de desarrollo del mercado internacional para no incurrir en exceso de oferta. Igualmente hay en desarrollo, una nueva generación de 200 caficultores jóvenes vinculados al programa Modelos innovadores de intervención, que busca el relevo generacional de la caficultura. La meta es llegar a 1000 nuevos caficultores y sus familias, con una finca cafetera manejada como una empresa afianzada en la tecnología.

En Colombia[7] existen más de 560.000 familias productoras de café, de las cuales un 94% tiene cafetales menores a 5 ha; 356 Comités Departamentales, 356 Comités municipales y más de 4.400 líderes cafeteros. En 1938 la Federación creó el Centro Nacional de Investigaciones de Café – CENICAFE- para generar, adaptar y transferir conocimientos científicos y tecnológicos, que ha permitido la creación de la Variedad Colombia, resistente a la Roya y últimamente la investigación del genoma del café.

El futuro del café en Colombia se ve de la mano del valor agregado, para lo cual se necesita trabajar en investigación tecnológica para aumentar la productividad y el desarrollo de cafés especiales, de la mano de políticas macroeconómicas que regulen sobre todo la tasa de cambio, del cambio de mentalidad de los cafeteros en empresarios y de la mano del mercado.

Colombia debe mantener su tradición de productor de alta calidad. Jorge Lozano Presidente de la Asociación de Exportadores de Café – ASOEXPORT- sostiene que “en los últimos años se ha visto que el consumidor final exige un producto de calidad y los tostadores que habían desmejorado sus mezclas han tenido que reconsiderar sus políticas, ante la pérdida de participación en el mercado frente a firmas como Starbucks o Juan Valdez”[8]. Así el país puede aumentar su participación mediante el desarrollo de cafés gourmet, con valores integrados propios de sus suelos, climas y altitudes y con valores agregados como beneficio, tostaje y empacado de alta calidad.

El café en Colombia, afirma María Mercedes Cuellar López[9], presidenta de Asobancaria, ya no es lo que era antes. Pasó de ser el centro de la economía a ser un sector que se ha visto obligado a buscar los medios para competir en una economía más compleja que la de antaño. Hoy debe buscar competir con tipos de cafés que obtengan la mayor remuneración posible.

“El cambio de mentalidad, de campesinos a empresarios, mediante la preparación gerencial, mejorará la productividad y rentabilidad de la finca cafetera, merced a un enfoque administrativo que permita interpretar balances y estados de resultados, costos, precios, ventas tanto internas como externas y estrategias a aplicar para que ojalá toda la cosecha sea para exportación”[10].

Afirma Ricardo Avellaneda[11], ex asesor de la Federación, que en el país se ha llevado a cabo una revolución verde que ha permitido pasar de producir 12 millones de sacos en 1.120.000 hectáreas a obtener la misma cantidad en solamente 670.00 hectáreas. Afirma también que la fuente real de la riqueza cafetera, está en el conocimiento, fruto de la investigación y las prácticas culturales de siembra, cosecha y beneficio, que han permitido que la misma mata de café, tenga menos enfermedades y produzca más pepas.

Estar atentos a las tendencias del mercado mundial, es un factor de primordial importancia para responder con pertinencia y velocidad a las mismas. El mercado da la tendencia, la recibe la investigación y la pasa a la finca empresa para su respectivo cultivo. El mercado exige, el productor responde.

[El texto fue escrito en 2007] 

[1] Productor de La Unión.
[2] http://www.larepublica.com.co/especiales.php Edición del 27 de Junio de 2007.
[3] Las tostadoras Kraft, Nestlé, Procter and Gamble, Starbucks, Sara Lee y Tchibo compran la mitad del grano del mundo
[4] http://www.larepublica.com.co/especiales.php Edición del 27 de Junio de 2007.
[5] Mientras hay regocijo por el crecimiento del negocio en el exterior, en Colombia la batalla apenas comienza, pues los cafeteros tienen la mira puesta en los nuevos consumidores. Desde febrero hubo un estudio en el que se encontró que el consumo doméstico es bajo, apenas de dos kilos al año por persona, que según los cafeteros equivale a la mitad del promedio mundial y se requiere pasar de 1,3 a 2,5 millones de sacos de consumo interno por año y en ese sentido se tendrá que trabajar en los próximos meses.

[6] Ibid. pag.5
[7] Ibid. pag 8
[8] Ibib. pag 8
[9] Ibid. pag 8
[10] Ibib. pag 8
[11] Ibd. pag. 8

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