La llave del sagrario. Comedia divina
Mientras el buen padre coloca la sagrada hostia en la lengua de los fieles, sus ojos escudriñan la fila de comulgantes con una mezcla de cálculos logísticos y preocupación. Se cuestiona si las hostias en la patena serán suficientes para todos los sedientos de espiritualidad que aguardan en la cola. Al frente, en la primera banca, mezclada con los fieles, la monjita encargada de la logística parece ajena a la crisis de las hostias.
Lamentablemente, las
hostias se agotan antes de que todos hayan tenido su momento divino. El padre
decide dar media vuelta y dirigirse al sagrario en el altar, ese refugio bajo
llave donde siempre se protege un cáliz con hostias consagradas. Busca la llave
en su lugar habitual, la cual por lo visto había decidido tomarse un día libre
y no aparece. Palpa desesperadamente otros rincones del altar, sin éxito. Con
un gesto serio, le comunica en voz baja a la diminuta monjita a cargo, quien ya
se había dado por aludida, algo que nadie escucha pero por sus expresiones
faciales es evidente que se trata de una especie de reprimenda.
El acólito, un hombre
alto con pinta de jubilado, se une a la búsqueda, revisando los mismos rincones sin éxito. La pequeña monjita va rápidamente a la sacristía y regresa con una
modesta cajita plástica que contiene algunas hostias. Con gracia y una sonrisa,
le ofrece al padre un puñado de ellas. Este, con gestos delicados, toma las suficientes
para satisfacer a los fieles que aguardan pacientemente, mostrando una extraña
mezcla de estoica paciencia y sonrisas cómplices ante la tragicomedia
espiritual que se desarrolla ante ellos.
El padre coloca las
hostias en la patena, entrega el cáliz con vino consagrado a su diligente
acólito, y juntos avanzan para brindar la comunión a los rezagados. Como
recompensa por su espera, y quizás para agregar un toque más espiritual, unta
la hostia con vino antes de depositarla delicadamente en las lenguas ansiosas
de los fieles. En ese momento, la pequeña iglesia se llena de una extraña combinación
de respeto y sonrisas, donde la devoción se mezcla con la comedia divina.
Comentarios