Tres fronteras críticas en la educación rural
En el corazón de las veredas y corregimientos de Nariño, donde los niños crecen entre montañas, cultivos y comunidades resilientes, la educación debería ser una promesa de futuro. Sin embargo, hay tres niveles educativos que representan verdaderos puntos de quiebre en las trayectorias escolares de niñas, niños y jóvenes rurales. Allí se define si la educación logra ser continua, completa y transformadora… o si se interrumpe y se desvanece.
TRES FRONTERAS CRITICAS
Frontera uno, el comienzo olvidado. Educación Inicial (0 a 5 años)
La etapa de la Educación Inicial sigue siendo la más desprotegida en muchos territorios rurales. Aunque es el punto de partida de todo el proceso educativo, enfrenta enormes brechas: escasa inversión pública, pocos recursos pedagógicos, débil articulación entre instituciones educativas con el ICBF, y baja participación de las familias. Peor aún, la educación en lo rural, con escasas excepciones, es percibida como un gasto, no como una inversión para el desarrollo personal y del territorio.
Aunque las madres comunitarias cumplen un papel valioso, la falta de formación especializada limita su potencial. Un inicio débil puede traducirse en dificultades de aprendizaje posteriores, escaso desarrollo socioemocional y alta probabilidad de abandono en los ciclos siguientes. El tránsito entre el hogar, los espacios de atención del ICBF y los grados de prejardín, jardín o transición suele ser frágil y desatendido, a pesar de ser fundamental para cimentar trayectorias educativas sólidas.
En toda la ruralidad nariñense, la educación básica secundaria representa el punto más crítico de la trayectoria escolar: allí se concentra la mayor tasa de deserción. El paso a este nivel implica, para muchos jóvenes, recorrer largas distancias, sin transporte escolar garantizado. El currículo suele ser ajeno a sus realidades, y la motivación por el estudio disminuye ante un entorno familiar que no contribuye al desarrollo intelectual y un entorno que no ofrece opciones claras de futuro.
Además, se suman factores como la presión por trabajar para apoyar a la familia, el bajo acompañamiento emocional y la débil orientación vocacional. Esta etapa define si un joven continúa estudiando o si se ve obligado a abandonar para incorporarse a trabajos informales o al campo sin mayores oportunidades de desarrollo.
Frontera tres. La brecha entre escuela y futuro.
Educación Media y tránsito a la Educación Posmedia (10° y 11° y más allá)
La desconexión entre la escuela y el mundo rural, laboral y comunitario se agudiza en la media. Las familias, en muchas ocasiones, no perciben beneficios reales en que sus hijos continúen estudiando, especialmente si deben migrar, incurrir en gastos que no pueden costear o enfrentarse a una educación superior poco pertinente. La desmotivación crece, así como la ansiedad, los embarazos tempranos y los conflictos escolares.
El énfasis exclusivo en las Pruebas Saber desvía la atención de una formación significativa y arraigada en el territorio. La falta de proyectos de vida claros y la escasa oferta de articulación con la educación técnica, el empleo rural y la formación ciudadana refuerzan la sensación de que estudiar no cambia la vida. El resultado: interrupción definitiva de la trayectoria, migración juvenil, desempleo y perpetuación de la pobreza.
¿Qué debe priorizar como mínimo una política educativa en los municipios de Nariño?
Para garantizar trayectorias educativas completas, continuas y con sentido en el sector rural del departamento, es importante: a) fortalecer la Educación Inicial, articulando ICBF, instituciones educativas, salud y comunidad, con enfoque de derechos, formación especializada y valoración del rol de las madres comunitarias. b) Asegurar la permanencia en la Básica Secundaria, con transporte escolar digno, formación docente contextualizada, apoyo psicosocial, orientación vocacional y adaptación del currículo a la vida rural. c) Articular la Media con la Posmedia, promoviendo educación técnica pertinente, formación para el trabajo, empleabilidad rural, acompañamiento en la construcción de proyectos de vida y educación ciudadana.
En la ruralidad nariñense, cada nivel educativo es un puente que no puede romperse. La política pública educativa debe construirse como una ruta de vida, no como una escalera que se corta a la mitad. Allí donde nace un niño o una niña, debe comenzar también una trayectoria digna, continua… y con futuro.
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