Se me regó el chocolate
A la maestra le llamó la atención un niño, como de unos diez años, que estaba llorando, fuera del salón de clases. Se acercó y le inquirió las razones para estar llorando y fuera del salón. El niño le respondió que la profesora lo había sacado de clases. ¿Y por qué? dijo la maestra. Porque fui grosero con ella, le hice la pinga, respondió el muchacho. Pero eso está mal, a la profesora hay que tratarla bien y no se puede hacerle esa clase de señas maleducadas. Pero es que hoy me ha ido mal, primero en la mañana se me regó el chocolate y mi papá me pegó en el brazo, mire está negro – entretanto la maestra corrobora que tiene el brazo parecido al del Ecce Homo, el niño continúa contando- y mientras él me pegaba, mi mamá le decía ¡dale más duro a este entelerido para que aprenda a no regar el chocolate! y ahora vengo a la escuela y la profesora después de regañarnos a todos me cogió haciéndole la pinga y yo no quiero que llame a mis papás, imagínese, si mi papá casi me acaba el brazo porque regué el chocolate, por esto… me mata. La maestra va y pregunta a la profesora sobre el niño fuera del salón y ésta le dice que es un niño muy grosero y que no vuelve a entrar a su clase.
La maestra lleva el niño a un pequeño salón, le pasa papel y lápices de colores y le invita a escribir una carta bonita a la profesora, pidiéndole disculpas y prometiendo que no volverá a ser grosero con ella y la tratará con el respeto que se merece. El niño se pone contento y escribe una carta llena de colores esperanzados y se la entrega en el recreo a la profesora. Esta la recibe y acepta las disculpas. El niño vuelve al salón y empieza nuevamente el día.
Comentarios
si nos muestran mala cara es problema de la gente mostremos una sonrisa a cambio.