La satisfacción de un momento es la ruina del siguiente
Siempre fui un buscador de historias, muchas de las cuales
han trascendido la barrera mental de las insulsas mentes que pensaron perder su
tiempo al pasar las páginas de mis viejos libros.
La narración siguiente no tiene precedentes de cuantas me he
atrevido a contar, incluso ahora, siete años después delos sucesos que están a
punto de conocer, jamás dejo extinguirse la luz de dos velas que acompañan mis
noches de estúpida angustia, procurando que el abismo infernal de los sueños de
los que soy presa pierdan su matiz onírico y ensordecedor, evitándome la insania
de la cual ya rozo los umbrales.
Elly al cumplir sus… años se dio cuenta de que había
perdido la llave de la puerta de los sueños. Previamente había compaginado la
insulsez de la vida cotidiana con
excursiones nocturnas a extrañas ciudades situadas más allá del espacio, y a
hermosa e increíbles regiones de unas tierras a las que se llega cruzando mares
etéreos.
Elly gozaba de las modernas libertades porque resultaban
mezquinas e inmundas a su espíritu amante de la belleza única. Veía que la
mayor parte de la gente seguía sin poder sustraerse a la ilusión de que la vida
tiene un sentido distinto del que los hombres le atribuyen.
Una vez perdidos estos marcos artificiales de referencia su
vida quedó privada de dirección y de interés hasta que finalmente tuvo que
ahogar el tedio en el bullicio y en la pretendida utilidad de las prisas, en el
aturdimiento y en la excitación, en bárbaras expansiones y en placeres bestiales,
y, cuando se encontró harta de todo esto o decepcionada o la náusea le hizo
reaccionar, se entregó a la ironía y la mordacidad y echó la culpa de todo al orden
social. Jamás logró darse cuenta de que sus principios eran tan inestables y
contradictorios como los dioses de sus mayores, ni de que la satisfacción de un
momento es la ruina del siguiente.
En medio de este caos de falsedades e inquietudes Elly
intentó vivir como correspondía a una mujer digna de sentido común y buena
familia. Cuando sus sueños fueron palideciendo por la edad y por su sentido del
ridículo, no los pudo sustituir por ninguna creencia. Caminaba impasible por las calles de los
hombres y suspiraba porque ningún escenario le parecía enteramente real, porque
cada vez que veía los rojos destellos del sol reflejados en los altos tejados o
las primeras luces del amanecer en las plazoletas solitarias, recordaba los
sueños que había vivido de niña, y, añoraba los países etéreos que ya no podía
encontrar.
Durante mucho tiempo trató de buscar amigos, pero no tardó
en darse cuenta de que todos ellos eran groseros, banales y monótonos y
demasiado apegados a las cosas terrenales. Se alegraba vagamente de no tener
contacto con sus familiares porque ninguno le habría sabido comprender, excepto
quizá por su padre, pero hacía tiempo que había muerto.
Entonces comenzó a escribir música de nuevo, cosa que no
hacía desde que los sueños le habían abandonado. Pero tampoco encontró en ello
ninguna satisfacción ni desahogo, porque aún sus pensamientos eran demasiado
mundanos y no podía pensar en cosas hermosas como antes.
Después de éstos intentos se dedicó a cultivar el ensueño deliberado y
ahondó en el terreno de lo grotesco y lo excéntrico, como buscando un antídoto
contra loa anteriores lugares comunes.
Elly pasó sus días de soledad recordando con añoranza los
sueños perdidos de su juventud. Consideró que era una estupidez seguir viviendo
de esa manera, por tal motivo consiguió una poción muy singular, capaz de
sumirla sin sufrimiento en el olvido de la muerte.
(Texto encontrado entre viejos papeles, escrito por alguien que desconozco)
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